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jueves, 29 de mayo de 2014

EVOLUCIÓN DE DISEÑO GRÁFICO

MODERNIDAD – REVOLUCIÓN INDUSTRIAL S XVIII

Entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, en Inglaterra estaban dadas una serie de condiciones que hicieron posible que el país se transformara en un país industrial. Había grandes yacimientos de carbón y de hierro, materia prima con la que sería posible fabricar máquinas, barcos y ferrocarriles. La burguesía era una clase social que había acumulado grandes capitales para su expansión; y eran favorecidos por las ideas liberales que defendían la iniciativa privada. Además Inglaterra contaba con la marina mercante, una de las más importantes del mundo, lo cual aseguraba una red de distribución en el orden mundial.
Comienza así una etapa llamada Revolución Industrial, cuyos principales detonantes fueron la creación de la máquina de vapor y el telar mecánico. La máquina fue reemplazando cada vez más las funciones del hombre, multiplicando la producción y provocando cambios en las condiciones de trabajo y las relaciones laborales. Se crean las condiciones para la producción y el consumo en masa, surgen las fábricas como principales características.

La Revolución Industrial le permitió a Inglaterra transformarse rápidamente en una gran potencia. El ferrocarril agilizó el traslado de la mercadería y abarató los productos, acercando las distintas regiones gracias a las mejoras en la circulación y comunicación. La apertura comercial perjudicó muy seriamente a las artesanías y pequeñas industrias del interior. El nuevo sistema industrial exigió un cambio en el mundo de las finanzas. Las antiguas sociedades integradas con capitales familiares fueron cediendo ante la aparición de las grandes sociedades anónimas, indispensables para costear los gastos que demandaban las nuevas tecnologías.

Se modifica entonces toda la estructura social dando origen a dos clases sociales: La burguesía industrial, dueños de las fábricas, y por ende dueños de grandes capitales. Y el proletariado, trabajadores, cuya única propiedad eran sus hijos con su mano de obra y fuerza de trabajo.
Estas dos clases sociales estaban en conflicto, debido a la creciente brecha entre ambas. La burguesía pretendía aumentar cada vez más sus capitales incrementando la cantidad de horas de trabajo del proletariado, pagando el salario más bajo que se pudiera, y maximizando la eficiencia de la mano de obra mediante la división sistemática de las tareas llevando a la simplificación y especialización.
Nace el Taylorismo y el Fordismo como nuevas tecnologías de administración ideológicas, alterando la forma en la organización del trabajo con una nueva división en las tareas del proceso de producción.
El Taylorismo aplica los principios de la dirección científica en donde se realizaban estudios de movimiento y tiempo para hacer más eficaz la contabilidad y los costos, suprimiendo toda improvisación en la actividad industrial. Ya no importaba el control de la calidad, sino las tareas mecánicas y rutinarias; producir más en menor tiempo, reduciendo el costo y aumentando la ganancia.
El Fordismo alude al desarrollo de la producción en masa aumentando los hábitos de consumo de la sociedad. Su fundador fue Henry Ford quién implementó el método de la cadena de montaje. El modo de producción se basaba en la sensación. Cada trabajador producía sólo una parte del producto perdiendo la idea de la totalidad del objeto con el fin de automatizar su trabajo. Se buscaba la expansión del mercado.
Bajo esta situación, el proletariado, quién sobrellevaba pésimas condiciones de vida comenzó a agruparse para reclamar por sus derechos. Aparecen así los sindicatos. La unión de los trabajadores posibilitó, con los años, las sanciones de las primeras leyes protectoras de sus derechos y el mejoramiento progresivo de su calidad de vida.

La Revolución Industrial se desarrolló en un principio en Inglaterra durante el siglo XVIII, se propagó durante el siglo XIX a Francia, Bélgica y Alemania, y tuvo una gran auge los Estados Unidos.
Dicha revolución significó un avance en la historia de la civilización; junto a la Revolución Francesa, marcó un gran paso de la edad media a la edad moderna.
Aparecen ideas reformadoras que impulsan un nuevo movimiento social y estético. Se diferencian el Diseño como disciplina proyectual moderna, en contraste con la artesanía. Dentro de este contexto Ruskin y Morris son considerados los fundadores de la teoría social del diseño. Por un lado Ruskin fue considerado teórico del arte y filósofo, mientras que Morris le dio mayor importancia al lado artesanal.
Dicha teoría hace hincapié sobre las disciplinas proyectuales que configuraban y modificaban aspectos de las comunicaciones humanas industriales.
Desde un punto de vista más artístico a fines del siglo XIX los principales artistas de Europa, llamados los “reformadores de 1890”, se negaron a seguir los pasos de su generación precursora, como Manet, Renoir, y otros impresionistas, acusándolos de superficiales y de preocuparse más por sus propios intereses que por los de la comunidad.
El movimiento pictórico formado alrededor de 1890 luchaba por lograr algo que nunca antes había existido, su estilo, libre de toda imitación de época (a diferencia de Morris que pretendía retornar a los oficios y a las formas medievales), era un estilo sin trabas ni compromisos. Esta ruptura que llevaron a cabo en primer lugar los pintores, se trasladó luego a la arquitectura y a la decoración.
Las principales figuras de este movimiento destructivo y constructivo a la vez fueron Cézanne y Gauguin (Francia), van Gogh (Holanda), Munch (Noruega) y otros como Seurat, Rousseau, Ensor, Toorop y Hodler.
La Modernidad representa el punto de quiebre de la sociedad feudal, tanto en el orden intelectual, social, cultural como en el político. Se caracteriza por la universalización de los principales problemas que afectan a nuestras sociedades.
La Modernidad, en su fundamento esencial, constituye la visión afirmativa de un proyecto de emancipación humana. Bajo esta visión exalta en los pensamientos avanzados de la época la necesidad de una igualdad como sinónimo del derecho del hombre a tener una libertad autónoma como único modo posible de lograr alcanzar sus anhelos y sus fines. Se desarrolla como un fenómeno histórico-cultural cuyo objetivo es romper las cadenas de todo determinismo que atente contra la legítima autonomía del hombre como ser racional y libre. Ciertamente, el hombre había vencido finalmente a las fuerzas de la naturaleza adueñándose de ella y se había desprendido de la dominación de la Iglesia y del Estado absolutista. La abolición de la dominación exterior parecía ser no sólo una condición necesaria, sino también imprescindible para alcanzar el objetivo anhelado por las generaciones precedentes, vale decir, la libertad plena del individuo.
En los hechos, la modernidad significa nuevos medios de transporte, de comunicación, nuevos materiales, nuevas fuentes de energía. Todas estas tecnologías dan lugar a una experiencia cualitativamente distinta, la de “ser moderno”. El habitante occidental del siglo XX se introduce a toda velocidad en ámbitos completamente nuevos, no sólo geográficos, sino también interpersonales, emocionales y culturales. 
El Renacimiento tendrá una importancia capital en la historia de las ideas y de la cultura de Occidente por la revolución que origina en el orden de los valores. La sociedad feudal era esencialmente vertical en su estructuración estamental. El Renacimiento establece en cambio un nuevo centro en el mundo: «el hombre» que progresivamente se irá convirtiendo en la medida de todas las cosas. Es una visión antropocentrista en la que el hombre pasa a ser autosuficiente y autónomo. 
Lo propio de la Modernidad será el progreso. La fe en el progreso permite confiar en que el futuro será no sólo diferente, sino mejor, y que será tarea de los hombres llevar a cabo las transformaciones de las condiciones presentes. El progreso corresponde por entero a un concepto que debemos asociar al tiempo y al hombre moderno, en la medida que es sólo en esta época cuando los cambios se caracterizan por un dinamismo siempre creciente.

Si examinamos los elementos centrales que configuran el pensamiento moderno, tanto en lo que dio origen a la emancipación económica, política y religiosa como los principios racionales y seculares, entre otros, no podemos sino inferir que la Modernidad en su origen y desarrollo corresponde a un pensamiento eurocéntrico. Pero su práctica histórica la irá extendiendo progresivamente al resto de las regiones del mundo siendo asimilada por otras culturas que tradicionalmente se sostenían como diferentes. Así, aunque no podría asegurarse del todo que todas las regiones del mundo participan de los principios y fundamentos que estructuran la Modernidad, ello no quita mérito para que la Modernidad represente, en nuestros días, un fenómeno y un tiempo histórico de estatuto universal.

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